Desde siempre se ha considerado que el arte es, sin lugar a dudas, un fenómeno que depende únicamente de los artistas, dándole una definición al concepto de arte a partir de su creador. No nos oponemos a ello, sin embargo pensamos que existen otras formas de concebir el arte, desvinculándolas del artista, y por ende, de características que le son atribuidas por defecto cuando son relacionadas al mismo.
Las posibilidades de concebir una conceptualización de este tipo se hayan en la capacidad de aceptar que pueden haber generalizaciones dentro de un grupo de creadores de arte y, por lo tanto, es factible desvincular las relaciones que existen entre el autor con su obra de manera directa, tal como los críticos del arte suelen hacer, aunque de forma más dramática, al buscar criterios por los cuales un autor se basó para realizar tal o cual obra, que finalmente y muy posiblemente no serán los mismos que utiliza un segundo y menos un tercer autor, pero que en el momento en que se plasma la obra se pueden encontrar similitudes si se miran otros factores circunstanciales.
No se trata de proponer un nuevo punto de vista y desarrollar una nueva teoría, sino simplemente de analizar las cosas desde un ángulo distinto basándose en los autores propuestos para el caso.
Gombrich plantea en el El Arte Y Los Artistas que el Arte no existe, que tan sólo existen los artistas. Si nos fijamos en esta aseveración y nos dejamos llevar por sus palabras podemos darnos cuenta que con toda razón, lo que dice tiene mucho de verdad puesto que el arte es sumamente abstracto para ser definido, y definir dicho concepto sería una empresa sumamente difícil sino infructuosa por lo poco universal que resultaría el producto. Sin embargo, no es algo facilista realizar una aseveración del tipo “el arte no existe, tan sólo los artistas”?, para Gombrich no existe problema alguno en llamar arte a todo aquello que produzcan los artistas siempre y cuando se tenga en cuenta que este concepto varía de un lugar a otro y de un tiempo a otro. Entonces, ¿ un artista no lo será de forma universal? En términos absolutos, y siguiendo ad pedem litterae las palabras de Gombrich, podemos decir que no.
Lo bello no ha sido bello desde siempre, las concepciones de lo correcto, la estética e incluso la moral, pues estas influyen en la percepción de una obra de arte, no han sido las mismas siempre. Así, existen autores que menospreciados en vida se hicieron famosos años después de su muerte, ahora llamados visionarios, y obras de arte cuyo mensaje ahora nos resulta tan kitsch que nos es tan difícil apreciar como arte pero en su momento resultaron ser la manifestación más grande de belleza o de perfección, entendiéndose ésta como algún tipo de expresión de la época.
Si, por otro lado, revisamos las palabras de Wolffyn, nos percatamos de un detalle, aquel en el cual los artistas se encuentran inmersos, y por ende, sus obras también. Wolffyn nos habla de el hecho de la existencia de una generalidad en determinados grupos de artistas, siempre que estos compartan características que los unan como grupo, sean estas geográficas o de estilo, de época o de cultura, y por ello, se expresarán diferente a un grupo distinto, aunque cada uno con características que los identificarán como determinados artistas con nombre propio.
Siguiendo esta pauta, nos ponemos a pensar en un hecho que nos abruma hoy en día: La globalización. No es acaso que este fenómeno nos ha quitado la posibilidad de diferenciarnos como grupo de artistas para quitarnos toda identidad y convertirnos en seres de ningún lugar? O quizás aún conservamos el estilo impuesto por la escuela a la cual pertenecimos algún día de manera totalmente indefectible? Eso creo depende de cada artista, es màs, depende de cada obra de arte.
Si como dice Gombrich, tiempos distintos traen artes distintos, y llevando estas palabras a una época mucho màs antigua, aquella en la que la representación de el arte estaba todavía muy ligado a factores religiosos, podemos hablar de la cultura Chavín. La capacidad de plasmar volumétricamente a sus deidades en piedra, y las nociones de geometría que tuvieron, sirvió de base para expresar todo un universo. La cosmovisión Chavín fue plasmada de manera íntegra por sus artistas en diversas formas de expresión.
Llámese artistas a aquellos hombres que en Chavín supieron darle forma a su mundo, pues regresando a lo dicho anteriormente si desvinculamos este arte con el artista, nos encontramos con un producto de gran calidad estética y un mensaje en conjunto de gran valor. En este caso es posible que estemos hablando no de un artista al momento de realizar determinada obra sino de varios o posiblemente de un maestro y de ayudantes, sea como fuere, el conjunto es aquello a lo que denominaremos artista, y lo que nos interesa en este momento, motivo por el cual desvinculamos arte con artista, porque en este caso, no conocemos al autor y posiblemente no fue uno sólo.
Por otro lado, en el caso de la alfarería Chavín, que nos revela con mayor claridad la problemática del simbolismo religioso aunque parecen servir de adorno, efectivamente pueden ser analizados como símbolos cosmológicos, el universo concebido en la forma de una casa, con rasgos animales que representa a un enigmático y temido demonio: la serpiente. Sin embargo, el principal producto artesanal, que sirve para fines prácticos y religiosos simultáneamente, es la vasija de barro, en el cual se trasporta el agua, tan necesaria y tan escasa. Al igual que los jeroglíficos, ya no requiere ser contemplada sino leída.
También podemos tocar el otro símbolo mítico de los indios, El pájaro es objeto de culto idolátrico en virtud de su plumaje. Como instrumente de mediación en sus oraciones, los indios utilizan unos pequeños bastones provistos de plumas llamados babos. La serpiente donde aparece en la base de las vasijas contemporáneas, en unos adoratorios subterráneos llamados Kiwa (la serpiente), símbolo del rayo de la tormenta, ocupa una posición central dentro del culto.
A través de las pinturas, el indio creyente evoca la benéfica tormenta aplicando sus prácticas mágicas, de las cuales, para nosotros, la más sorprendente es la que se realiza con serpientes vivas. Donde los pueblos son agricultores y también cazadores, aunque no en la medida de las tribus salvajes que Vivian antes en este territorio, sin embargo, para completar su alimentación necesitan acompañar su dieta de maíz con carne. Las danzas de las mascaras, que a primera vista aparentan ser celebres agregados a la vida cotidiana. Al enmascararse, el cazador o el agricultor imita a la presa, se trate de un animal o del fruto de la tierra, creyendo que mediante un misteriosa transformación mimética, será capaz de obtener los frutos de su ardua labor cotidiana.
La danza de las máscaras de los pueblos llamados Primitivos es, tomando en cuenta su esencia autóctona, el testimonio de una religiosidad social. La danza realizada por una treintena de hombres y aproximadamente diez bailarines femeninos, es decir, hombres representado figuras femeninas.
Las mascaras de los danzantes son verdes y rojas, cruzadas en diagonal por franjas blancas interrumpidas por tres puntos que significa gotas de lluvia. El casco entero simboliza a su vez al universo con forma de escalera y al donante de la lluvia, representado siempre por nubes semicirculares de las que caen líneas. En comparación con este primitivo y demente intento de aproximación a la deidad, todo lo que observamos en los pueblo resulta, aunque sustancialmente relacionado, infinitamente más refinado en sus expresiones. Después de todo, el mismo suelo que hoy hospeda a los pueblos, ha visto también las danzas bélicas de los nómadas salvajes, cuyas atrocidades culminaban en el suplico del enemigo.
Las serpientes, en su mayoría verdaderas serpientes de cascabel a las que, como ha sido demostrado, no se les quitan los colmillos venenosos, permanecen guardadas en el kiwa hasta el último día de la cerámica, en el que son trasladadas a un arbusto que está delimitado por un círculo trazado en el suelo. En la cerámica culmina de esta forma, los indios se acercan a dicho arbusto, agarran a la serpiente viva, la acarician durante un rato y luego la envían a la llanura como mensajera de sus plegarias.
Podemos entonces darnos cuenta que existe todo un ritual comunitario, que a su vez ha sido expresado de forma no individual, de diferentes formas, en diversas épocas, dando lugar a diferentes conceptualizaciones de arte pero que finalmente tienden a desligar arte de artista en algunos casos, cuando el ritualismo tiende a ser característica principal, cuando el artista se ve forzado a realizar un trabajo a medida de la comunidad o cuando la costumbre y el canon circunstancial así lo exigen.
Escrito por Juan Fernandez, Jorge Kanna y Andrea Contreras.
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